El flamenco es un arte y pertenece a los artistas. Lo demás, es un exudado de su propia condición.

sábado, 26 de julio de 2014

ME LLAMASTE FLAMENCÓLOGO


Me llamaste flamencólogo,
no te he de perdonar,
yo sólo venía a cantarte,
y no a hacerte ná.


Me invitan a un programa radiofónico en el Altozano, para hablar de Triana y del cante. Antonio Martín, el conductor, junto a Paloma Pérez del Campo, me presenta como José Luis Tirado, flamencólogo.
Querido Antonio, te sigo apreciando.
Puede escucharse pinchando aquí.

miércoles, 23 de julio de 2014

SONETO DE LA ACTUALIDAD

Lo dice Pablo y poco se equivoca:
trabajan poco y ganan mucha pasta.
Cada vez más la gente se sofoca,
se enfada, se rebela y dice basta
al arte de vivir la vida loca
que alardea la casta por la jeta.
Muere el pez casi siempre por su boca,
y no me cabe duda que el coleta
también será algún día de esa cuerda,
aunque ahora se empeñe en que creamos
que es él el timonel de nuestra izquierda.
Seguro, con la vida que se dan,
llegado será el tiempo que tengamos
demasiado chorizo y poco pan.


José Luis Tirado Fernández

jueves, 17 de julio de 2014

OIDO EN LA BARRA DEL BAR VII


                ¿Un hotel de tres estrellas? No sé lo que entienden en Francia por un hotel de tres estrellas. La mesita de noche era tan chica que sólo cabía la dentadura postiza…
***
                Feo era, pero el más feo del mundo, el padre, cuando nació, denunció a la matrona…
***
                Juan, qué alegría más grande, ¡Que me he quedado embarazada! le dice al novia al novio una tarde. ¿Qué quieres que sea? Pues... una broma…
***
                La vergüenza se ha perdido en el mundo, amigo. La moral y las buenas costumbres. El otro día se estaban peleando dos muchachas en el hueco de escalera de mi bloque y la madre de una le decía: “Dile puta, antes de que ella te lo diga a ti…”
***
                Se nota la crisis, la gente no va al dentista ni a empastarse una muela. ¡Claro! ¿Para qué va a querer una muela si no va a usarla?
***
                Un matrimonio está en Pamplona, durante las fiestas de San Fermín, viendo pasar un encierro. El marido se asoma por el hueco de la valla y la mujer le dice: Manolo, ten cuidado, no te vayan a dar…. con el periódico.
***

                

lunes, 14 de julio de 2014

MI CIUDAD NO TIENE NOMBRE


Mi ciudad no tiene nombre,
dicen hasta que es mentira,
que un sueño jamás convive
con el sitio que se habita,
que no atienden los deseos
a cuestiones metafísicas,
que las aves pasajeras
cuando llegan, dosifican
el tanto por ciento justo
para el sitio donde anidan,
y allí donde se enamoran
dejan volar sus cenizas.

EL NOMBRE DE SUS COSAS

Soy fuego de sus entrañas
para el carbón de la hornilla,
pavo real de su parque,
desvelo de sus vigilias,
el murmullo de sus fuentes,
el trole de sus tranvías,
alhucema en su perfume,
abanico de puntillas,
esencia de las burbujas
de Revoltosa y Zumbina,
soy albero de sus cines,
sombra de su mediodía,
cincel para sus cadenas,
almirante de Castilla,
jazmines para las moñas,
alminar de su mezquita,
adarve de su muralla,
enea para sus sillas,
parissienne de los chiquillos
y carmín de su sonrisa.



EL NOMBRE DE LA GLORIA

Soy marzo, cuando derrama
la sangre de su heridas,
y muñidor de los pulsos
de esta devoción bendita,
senatus de la centuria,
banderín asuncionista,
tintinábulo pluvial,
el velo de la manguilla,
cabeza de la serpiente
de su corona de espinas,
soy testigo fiel de un tiempo
que pasa, mas no termina.
Soy abril en la portada
y el brillo de sus bombillas,
el clavel de las gitanas
que las solapas abriga
o ensalza sobre su pelo
la gracia de las mocitas;
yo soy Pepe el escocés,
con su falda y su boina,
venero de donde manan
arroyos de manzanilla,
belleza de las mujeres
con los volantes de Lina,
arquitectura de encajes,
de tiras bordás o cintas,
bajorrelieves que ondulan
cuando bailan seguidillas.
Soy junio, con sus calores,
soy el grano de una espiga
que floreció en su custodia
cuando el Corpus, aquel día,
filtró en la plata de Arfe
la luz entre sus rendijas.
En Diciembre soy campana,
villancico y melodía,
cantarillo y pandereta,
clavija, bordón y prima
y en las cintas de colores,
júbilo y algarabía;
consuelo en los hospitales,
amistad y compañía,
caridad para los mártires
del mundo y sus tiranías,
carrozas del ateneo
con ilusiones cumplidas,
repelón de caramelos,
cielo de miradas limpias
y pañuelo para el llanto
de aquel que lo necesita.


EL NOMBRE DE SUS CAMINOS

Mi calle es la calle aire,
que es el mismo que respiran
la flor de sus literatos,
bardos, autores y artistas
Mi calle es la calle Lanza,
Vidrio, y Acetres, y Lira,
y Conde de Torrejón,
y Encarnación, y Regina
antes de que hicieran setas
y apuñalaran su estima.
Yo vivo en la calle amor,
y hallé la perla escondida
en la ciudad de mi anhelo
que es mujer por ella misma,
pues su hermosura enamora
y sus hechuras cautivan.
Dígase que mi ciudad
es mujer… y es poesía.


EL NOMBRE DE MIS ACERAS

Soy arcilla en los tejares
de la calle Alfarería,
visillo de sus zaguanes,
soleá de sus esquinas,
mostrador de sus tabernas,
cuna del cante y vigía
del puerto camaronero,
grité ¡tierra! en la conquista
del empeño de unos locos
en los que nadie creía,
soy heraldo de su puente,
arenero de Chapina,
soy el niño que le pide
a Enrique el de las pavías
caminito del Astoria
dos reales de mijitas.
En la entrañable plazuela
soy el pilón de las ninfas,
y en su río marinero,
soy el fanal de su orilla.
En mi alma grabé a fuego
las voces que me dormían
meciéndome con sus ecos,
o las cosas que vivía
en el patio del Morapio
y el corral de mi familia;
no puedo negar su sello,
porque su huella me obliga,
y aunque mi ciudad me atrapa,
tengo en Triana mi vida.

MI NOMBRE

Y para saber quién soy,
qué persigo, y qué me guía,
me columpio en los compases
de un cante por siguiriya,
y sé entonces de su empaque
y el porqué de su alegría;
a su bendición me acojo
y a su intimidad de amiga,
pues con sus brazos de madre
mis ansiedades cobija,
y pone puntos finales
a pesadumbres y cuitas
para que florezca el hombre
en la humildad de su rima,
dichoso por entregarle
la gratitud de estas líneas.



José Luis Tirado Fernández

MI CIUDAD NO TIENE NOMBRE



Mi ciudad no tiene nombre,
Híspalis fue, por romana,
por musulmana, Isbiliya,
Serva la barí gitana,
y yo la llamo… Sevilla.



José Luis Tirado Fernández

viernes, 11 de julio de 2014

DISEÑO DE UNA JUERGA


                Ya nadie canta en los bares. A menudo cojo la sonanta, cuando tengo poca gente, y doy liberación a mis padecimientos; melancolía unas veces, dolor de riñones otras, las más el hueco en el cajón de la registradora, me motivan a soltar el aire que se me encona en el pecho. Esta mañana, una señora de La Puebla de Cazalla, uno de los pueblos más flamencos y cabales de España, me preguntaba, al ver los agradecimientos que tengo aquí colgados, si yo era cantaor. -¡Más quisiera yo, señora. Aficionaíto y de los discretos. Mientras que ella y su hija acababan el desayuno, me fui a mi rincón y me dio por ahí, sí, por un fandango del Carbonerillo por bulería. Tenía ganas. Un cliente que tomaba café me hizo compás con los nudillos y creamos, en un momento, una escena de las antiguas, de las de toda la vida, pero a la vez una rareza. Un cante en un bar. La gente que pasaba por la calle se paraba en medio de la acera y miraba. Algo extraño sucedía; había cante dentro de un bar. Tristemente, se suele repetir la misma circunstancia. Me sorprendió gratamente que las dos mujeres, al acabar el cante, rompieran en aplausos; el corazoncito se me colmó y se lo dediqué a ellas y a su pueblo.
                Ella, la embarnizá, tiene treinta y siete ferias. Está llena de polvo, de grasa, de salpicones de vino y cerveza, y luce unas grietas en los ensambles a consecuencia de las humedades que debo reparar con urgencia. Pero suena, acompaña y consuela. Me gustaría conocerla mejor, moverme por su mástil con soltura, llegar al final de sus escalas con brillo, no distraer su compás un segundo, alzarla al final como un trofeo. Pero soy un negao.
                Volviendo al meollo del tema, y haciendo examen frío y objetivo, es, me parece… bueno, que el flamenco está así, de esta forma, que sólo vive en las academias, las peñas y en las asociaciones que se preocupan de su enaltecimiento, mantenimiento e idealización, y que sólo quedamos cuatro que lo hemos mamado en casa, en la calle, con los amigos, en los bares, sí, en los bares y en las tabernas, pero que en realidad es o se está convirtiendo en un.. ¿Qué? ¿Reliquia, música étnica, un movimiento cultural que sólo interesa a japoneses y determinados intelectuales? No sé lo que es en este momento, pero que ha dejado de ser del pueblo, es seguro, porque eso de que la gente se admire de escucharlo dentro de un bar es una demostración elocuente. Y los aficionados, ¿dónde andan? A lo mejor refugiados en los nombrados círculos. Una endogamia muy particular. No soy un sociólogo del flamenco, ni me considero capaz de profundizar en el problema, pero me duele. Mucho.
                No estoy preparado por tanto, para montar una teoría digna del curso, discurso  y derrota que está adquiriendo nuestro arte, pero conocí un tiempo en el que la juerga en los bares era algo tan cotidiano y familiar, que algunos establecimientos, afectados de cierta elegancia –subjetiva- o categoría, colgaban el cartelito, ¿verdad, Agustín? de la maldición. Tiempo pasado. No creo que vuelva. Mientras, gocemos de los ratitos que el flamenco-amistad pueda ofrecernos, creo que pocos, muy pocos.
                Personalmente, y desde que murió mi amigo, estoy out. Hace mucho que no me divierto, y las risas de mis nietas son por ahora, sustento de mis días y esperanza en el futuro. Pero me gustaría, ya que estoy poco relacionado con la actualidad flamenca, pasar algún ratito de los de antes, de los cabales. Los campanilleros en época navideña, me consuelan también de esta hipocondría que me acomete. El verano es para las bicicletas, la primavera, incienso, música y flores, y el otoño, tristeza y penumbras grises. ¿Un deseo? que me ponga a cantar un día y que la gente pase por delante del bar y no se asombre. Y que si alguien sabe dónde y a qué hora puede surgir el duende, que me avise.
                 
Mientras, unas divagaciones al pelo.
Diseñe usted una juerga. Ponga una cruz en cualquiera de estas opciones, aquella que crea más asequible:

-Salga usted de noche y entre en los locales en los que  anuncian flamenco en los carteles. Intente participar.

-Cite usted a todos sus conocidos y propóngales una fiesta, con vino, comida y local. Si entre ellos no hay nadie capaz de arrancar una nota a un instrumento o tocar dignamente las palmas como mínimo, llame a un cuadro baratito. Los hay.

-Entre usted en un bar y coincida casualmente con varios aficionados a la hora justa y en momento adecuado. Si en el bar está puesto el cartelito, mejor.

José Luis Tirado Fernández

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CUATRO SON LOS PUNTALITOS



Cuatro son los puntalitos
que sostienen a Triana,


SAN JACINTO



LOS REMEDIOS




LA O




Y SEÑÁ SANT´ANA









domingo, 6 de julio de 2014

EL COMPONENTE PROTECTOR


                Llegó caminando suavemente, ofreciendo su mercancía. Se confundía con la noche; hasta la mochila, que traía colgada, era negra. Este no era, como dicen los eufemistas, los que llaman excusados a los retretes, un hombre de color. No. Este era negro, pero negro… como mi suerte. Ahora me acuerdo de Deborah, la mujer de mi amigo Pepe, tumbada en la arena de Chipiona, cuando se le preguntaba: -Niña, y tú, ¿para qué tomas el sol? -Porque me pongo más negra. Y sonreía. A ella, claro, a ella nunca le gustó que le dijeran que era de color. -Pero, ¿de qué color? Negra, soy negra. Pues eso, que éste era negro.
                Frente a donde yo estaba sentado, cenando, en un velador múltiple, de esos que se forman juntando tres o cuatro y acoplando varias o muchas sillas a su alrededor, siete jóvenes, varones todos, bebían, brindaban y reían; y mariscaban, pero no metidos en agua hasta la cintura, ni sorteando el oleaje en los acantilados, éstos no le hacían fiesta a las cabezas, precisamente, por muy bonito que sea ese pueblo. Se delectaban con los troncos y llamaban al camarero para que retirara los platos llenos de cáscara. Otro acudía presuroso con una cubitera de repuesto, fresca y sudorosa, que contenía ora vino blanco del condado ora espumoso, con los que hacían pasar el bocado, en un sublimado esfuerzo. Llegadas cuatro bandejas de carabineros, yo calculo su tamaño por la longitud de mi brazo y el grosor del mango de una piocha, sacaban sus teléfonos de última generación y tomaban poses con los bichos en la mano, mientras sus compañeros disparaban. El negro les ofrecía amablemente unos cedés piratas que traía en una mano y alguna baratija que sostenía con la otra. Ninguno de los jóvenes le prestó atención. –Quillo, y tú, ¿qué edad tienes? –Yo treinta y uno, ¿porqué? –No, que yo te hacía más mayó… -También llevo polos, polos baratos…
                Creo que desapareció cuando alguno de los camareros le invitó amablemente a hacerlo. Se me vino una frase que Pablo Iglesias, el de “Podemos”, le expuso a Ricardo Fernández Deus en un debate: “Los liberales entienden que puede haber libertad y que puede haber justicia, si dos personas,  uno que duerme en un cajero automático y otro que tiene dieciocho cuartos de baño en su casa, tienen derecho al voto…”. Lógico. Y al día; unos jóvenes que gastan cientos de euros en cenar, ¿cómo será el almuerzo? y un negro que se ha jugado la vida en un cayuco y que esta noche va a dormir en la playa, soñando que mañana va a comer lo mismo que ha visto comer a esos jóvenes. Los mismos derechos, sí.
            No tengo ningún vínculo, hoy, ideológico o emocional con este Pablo, pero entiendo que se las estamos poniendo como se las ponían a Felipe II. Tiempo.
                Todas las opiniones se adquieren por momentos vividos, bien de lectura, debate, audición o contemplación, y nos puede servir el termino anglosajón “flashes”, traducible en una de sus acepciones como “Sorpresa o impresión fuerte”. El flash de ver a una primera figura del cante en un programa de “prime time” en la televisión privada en cierta actitudes, hace daño a la imagen de los flamencos cuando decimos que lo somos, o igual cuando nos declaramos cristianos, tanto monta, para que la gente nos mire de soslayo y sonría socarronamente, mierda.
                Que las hermandades se resistan a dar las cuentas a la autoridad eclesiástica con la única intención –huele- de no aportar nada de nada, o la transparencia de las cuentas del consejo que, según la prensa, retrasa la entrega de los números para que ningún hermano mayor llegue preparado para poner alguna objeción, ese mismo consejo que no ha negado aún -que yo sepa- las contrataciones a dedo a familiares y allegados, a salvo de escándalos porque ningún hermano mayor tiene los huevos necesarios para levantarse en una asamblea y… buenooooo, sooooo, bastaaaaa. Ya está bien por hoy, niño.
                Y encima anoche, voy y sueño, lo más raro del mundo, que me condenan a seis meses de cárcel y que entro en la trena. Alguien me acompaña, me guía, me lleva a recoger los avíos, me enseña el interior. Esto parece una prisión turca, la del expreso de medianoche. La cárcel del pópulo, que no llegué a conocer sino por fotos antiguas, y unas galerías que me retrotraen a los patios del cuartel del Carmen, donde me entregaron el petate; un tinerfeño oscuro y enano con un bigotito y los ojos de cucaracha, que se ponía la mano en los huevos y pregonaba: “Los que van a Canarias, pasen por aquí, que tengo que darles algo”. La cárcel. Bueno va. Y yo, contando  los días, ciento ochenta, cuando no ha pasado ni una hora desde que entré. Raro. A veces, viene bien, genial, picar este humilde teclado y hacer estas cosas, dejarse llevar por ese… ¿qué?, ese algo que nos defiende de la vida y su avatares, ésa válvula que permite soportar el ritmo de la existencia tal y como nos la han planteado, que nos protege de la depresión y la demencia, que nos hace (huir), seguir adelante, ese componente protector que aparece de vez en cuando y nos hace volcar sobre el blanco el negro de nuestras inseguridades. Y certezas.


José Luis Tirado Fernández