El flamenco es un arte y pertenece a los artistas. Lo demás, es un exudado de su propia condición.

jueves, 30 de agosto de 2012

MORAO

No suena el llanto roto en tu guitarra,
ni vibrará la fiesta, bulería,
ni la vid cantarina, ni la parra
florecerán de nuevo en tu armonía.
El mástil de la luna como amarra
y el caldo jerezano como guía,
el viento de tu pueblo, que desgarra
la vela de tu amarga lejanía.
¡Qué bardo, que bohemio se traslada
a las anchas inquietudes del futuro!
Tu frente sin laureles es marcada
tabla de una marina en claroscuro.
Regresarán los genios, más seguro
que no tendrán tu gracia en la mirada.
 
 


viernes, 17 de agosto de 2012

RESUCITA FEDERICO

Foto de José Luis Galván

Presiento porqué ahora los balcones
 dibujan bambalinas de verano,
aprisionan la luna en su rellano
y  adornan el adobe con dragones.

También porqué la sangre del hermano
persevera en sus sombras, sus rincones
y en las hojas del laurel; los gorriones
 lloran en el perfil  del pasamano.

Prefiero embelesarme con su vuelo
y en el ligero acorde de su pico,
que así escriben sus versos en el cielo.

Y yo, que en el soneto siempre abdico,
a consentir su muerte me rebelo
y erijo este romance a Federico:
Foto de José Luis Galván

Fusilaron tu nobleza
con andanadas de trueno,
se lo dieron a la tierra
entre juramentos negros,
y entregaron la poesía
a la nación de los muertos.
Va galopando la parca
con su botín suculento:
la nácar de tu sonrisa
lleva prendida en los huesos
y al vuelo de su sudario
se  fugan pájaros ciegos.

Federico García Lorca,
nombre de música y cielo,
quién dio a las luces del alba
la voz de tu testamento;
tierra de Alonsos y muerte,
puente de los arrieros,
territorio de sonrisas
que emigraron de su huerto,
oratorio de los pobres,
cueva de sombras y espectros,
otra vez pone la aurora
su sol de disparos huecos
y al fuego de su  rencores
se derrumba un hombre bueno.

No te vuelvas, Federico,
camina… siempre derecho,
no mires atrás ni dejes
escabullirse un  lamento,
ni una súplica, ni un llanto,
ni un suspiro, ni un mal gesto,
no los dejes que presuman
de oscurecer tu talento,
ni de haber tenido el gozo
de levantar tu reniego.
No te vuelvas, Federico,
camina… siempre derecho,
no des gusto al asesino,
no demuestres ningún miedo.

Observa los campos… mira
las flores y sus cimientos,
no a los verdugos devotos
de sus bolsas y sus dueños,
no a los malvados sayones
que azotan al nazareno,
sonríe, enseña los dientes
a los confines del tiempo
y  a la  luz del horizonte
cántale tus versos nuevos.
Respira hondo, presume
de la vida de tu cuerpo,
en los hilos y las briznas
saca brillos y  destellos
a las teclas del piano
que acariciaron tus dedos;
revolea por el aire
siguiriyas y sombreros,
entrega al cielo tu encanto,
tu elegancia, tu gracejo,
deja que las alimañas
saboreen su alimento
y que arrastren los gusanos
sus miserias por los suelos.

Y crece, poeta, crece,
en la delicia del viento,
cuando tú batas las alas…
regálanos tu recuerdo
en la herencia de tus rimas,
en la dicha de lo eterno,
que en Agosto resucitas
y siempre que te leemos
se planta en nuestros sentidos
la raíz de tu modelo,
que tú no caes, te levantas
hasta la cima del sueño.
No te vuelvas, Federico,
camina… siempre derecho.



Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política. Federico García Lorca.

jueves, 16 de agosto de 2012

GIOCONDA




Miro tu cara morena
y me pregunto una cosa:
si las madres sevillanas
tienen la cara de pena,
¿Por qué siendo dolorosa
tú te ríes… Macarena?


Foto de José Luis Galván

José Luis Tirado Fernández

miércoles, 15 de agosto de 2012

AQUELLAS PEQUEÑAS COSAS


Para el Nano



Anónimos, desterrados,

juegan rayuela en la plaza;

en cambio, el titiritero

maldice la mala racha

mientras mira de reojo

a las típicas muchachas.

Si la luna le hace un guiño

se va a la casita blanca,

donde los bienaventurados

cantan el himno del Barça

con el noble y el villano

-lo mejor de cada casa-,

y fuman un cigarrito

con el príncipe y la rana.



Los locos bajitos sueñan

con vivir para vivir

y el españolito intenta

someter al porvenir

mientras Penélope espera

en su estación recibir

un galán de cartón piedra

vestido para salir;

cada loco con su tema,

pero cómo transigir

con los que vienen de vuelta

si en la vida todo es ir.



José Luis Tirado Fernández

CAMARADA SÁNCHEZ GORDILLO




         No, descuida, no voy a hablarte de carros, supermercados o pillaje. Pillado más bien me he quedado yo cuando he leído que has asistido a un acto de homenaje a Blas Infante, el padre de la Patria andaluza.

         Carne de mis carnes, los comunistas no reconocemos ninguna patria, ni con mayúsculas ni con minúsculas. De las primeras cosas que aprendimos fue, leyendo el Manifiesto, que: “Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Así, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político...”etc. ése es el catón del marxismo, al que tú sigues aferrado sin solución de continuidad.  Los comunistas, al menos los de mi tiempo, éramos gente sin patria pero con bandera: la roja, yo, concretamente milité en un partido llamado Organización Comunista de España (Bandera Roja) y luego en el PCE. Hoy soy un alma en pena, sin patria, sin bandera y sin carné.

         Si lo has hecho como prosecución de las últimas agitaciones -¿se decía así, no?- que has realizado, creo que estas quemando la vela por los dos lados, y al final acabarás quemándote. Con estas cositas te estás cargando a todo el que sigue creyendo en lo que tú representas: un líder campesino excéntrico y un tanto folklórico que se cree lo que proclama. A esos los vas a perder.

         Por otro lado tienes a la prensa, que a raíz de tus últimas luchas se ha movilizado y esta hurgando en ese particular sistema de soviets que existe en Marinaleda y del que cada vez estamos sabiendo más cosas. El otro día te veía hacerte el sordo en una cadena que nunca recomiendo pero que me apareció, ya sabes, con el “zapping”, en el momento en el que un vecino explicaba cómo se distribuye el trabajo en tu pueblo. Te están dando por todos lados.

         ¿Comunista? Camarada, hace tiempo que los comunistas evolucionamos hasta abandonar, por ejemplo, la lucha por la dictadura del proletariado. ¿Que por qué? No sé cómo está la cosa en Marinaleda; en el resto de este país, que sigue inmerso en el sistema capitalista, que yo sepa, y que ahora mismo ha entrado en una de las espirales que ya definió Carlos Marx, se vive de lleno el consumismo salvaje. En la mayoría de los hogares de este país, hay una conexión de banda ancha, varios ordenadores, varios televisores de pantalla plana y más de un coche. Ah, y un frigorífico de dos puertas lleno de comida y bebidas de bajo contenido en calorías, en su mayoría. Sí, estamos gordos. No te digo, camarada, que yo esté de acuerdo con esta manera de vida-derroche, sino que ya, en la actualidad, el proletariado no representa la mayoría de la población. Y hace mucho tiempo que no lo es.

         Que todavía haya familias con necesidades perentorias en España puede ser culpa de los gobiernos que se preocupan únicamente de las directrices electoralistas de sus partidos (dos, en realidad) y que obvian la justicia social en todos sus sentidos. Pero insisto en que son una minoría, un problema remediable con facilidad con una buena política solidaria.

         Estás confundiendo el tiempo que vives con otros que ya pasaron y que no van a volver. El joven de diecisiete años que llevo dentro te saluda puño en alto, camarada. Hoy sólo soy un “bandera vieja” veterano, con el lomo lleno de latigazos de decepción y que ya no cree en nada. Y perdona que en esta página de versos y coplas, compás y pálpitos  cofrades -por cierto, un saludo fraternal para la Hermandad de Jesús Nazareno de Marinaleda-, haga un inciso para dedicarte este recuerdo. Salud y libertad.



Un poema de Ho Chi Minh

Los buenos días que vienen



Todo cambia, la rueda

de la gran ley gira sin pausa.

Después de la lluvia, buen tiempo.

En el pestañeo de un ojo

el universo se despoja

de sus ropas sucias.

A través de diez mil millas

el paisaje

se extiende como

un precioso brocado.

Delicada luz del sol.

Brisas ligeras. Flores sonrientes,

cuelgan en los árboles, entre las

hojas chispeantes,

todos los pájaros cantan.

Hombres y animales vueltos a nacer.

¿Qué puede ser más natural?

Después de la pena llega la alegría.

SALOMÉ PAVÓN, CRISOL DE SANGRE FLAMENCA






Hija y nieta de la historia,

Salome Pavón, gitana,

el eslabón que engalana

la cadena de la gloria

y demanda  a la memoria

la herencia de lo que queda,

ancha y hermosa vereda

y un legado diamantino:

ofrecerle a su destino

el caudal de la Alameda.




martes, 14 de agosto de 2012

MARIA DE LOS REYES

La mañana de los nardos
Foto de José Luis Galván

Acudir temprano a tu morada,
fresca luz que ha regresado
cumpliendo el bien que nos has dado;
Sevilla se ha pronunciado
precisa y proporcionada.

Cobijarme en tu regazo,
verte así pálida, jovial, sencilla,
lozanas rosas tus mejillas,
sentada bajo el palio de tumbilla,
tu niño sobre los brazos.

Bendito misterio sevillano
que abriles en agosto incrusta,
y mece en la fuente justa
lo que al pueblo más le gusta:
la bendición de tu mano.

¡Qué bien se siente a tu resguardo
gozando  la entrega de tu bondad!
Un tiempo que no tiene edad
te afirma, con su hermosa realidad:
la mañana de los nardos.

Foto de José Luis Galván


José Luis Tirado Fernández




sábado, 11 de agosto de 2012

…HASTA QUE HUELA A AJOS…




             Los vientos que soplan han dejado al descubierto formas nuevas de actitudes  y conductas de gentes que, sin brújula y perdidas en el océano proceloso que es este ámbito al que se ha venido en llamar estado del bienestar, naufragan sin saber a ciencia cierta qué son, para qué vinieron y a santo de qué. Los “ninis”, a los que, en mi opinión, tan acertadamente han bautizado los medios, son gente que no ha trabajado nunca, que no va a trabajar en un futuro y que, aunque a usted le parezca increíble,  les importa un pimiento. Podríamos definir su oficio como la no-actividad: hablando de oficios, ese es el tema de esta entrada, en la que intentaremos desmenuzar causas y posibles efectos de este monstruo que no para de crecer y que inunda calles, plazas, pero sobre todo parques y centros comerciales.

Posibles causas del fenómeno

            A los ya detallados por estudios sociales y amparándome en la página de información enciclopédica Wikipedia, en la que siempre o casi siempre hallo las matizaciones que ando buscando, me gustaría ampliar con una teoría personal el contexto de este fenómeno que viene a agravar la no ya maltrecha, como se suele decir, sino la maltratada economía nacional y mundial. Y maltratada por todos, desde los que detentan en la cúpula el manejo de  los grandes capitales, hasta la parte más baja de la pirámide, un buen número de mano de obra disponible y que está dispuesta a trabajar según en qué términos y cobrando según qué sueldo, como si en momentos como éste no fuera un lujo ponerse a escoger un puesto de trabajo, pasando por los gobiernos de turno, que van haciendo mejores a sus antecesores según van llegando.

            En esta teoría que contempla como todos los anteriores el abandono de la escuela a edades más que tempranas –vivimos, recordémoslo, en el siglo XXI-, la falta de atención familiar, que esa sí que tiene guasa morena… el padre, que aprendió desde muy pronto que para que el niño no llorara lo mejor era darle lo que pedía, y acceder a sus deseos a la más mínima insinuación, que  para eso es mi “churra de oro”, está pagando con llantos ahora las amenazas, vejaciones o incluso calladas e intimas agresiones que un cabrón que él mismo ha creado,-el sueño de la razón-, de uno noventa de altura y cien kilos de peso, le obsequia como pago a esos desvelos. Pero el error fue ceder en el momento equivocado y hacer lo más cómodo y fácil. Hay que luchar por enderezar el árbol y sembrar para recoger. No hay otra manera. Ahora tiene bajo su techo un bicho que, si tienes medios para darle, te los exige, y si no, sale a la calle y los toma por la fuerza. ¿Mi niño? Mi niño es incapaz de eso… y es que las prisiones, mi amigo, están llenas de inocentes. Y si no, pregunte usted en el patio. Tú, ¿qué has hecho? Yo… ná.

Aprender para trabajar

            Lo cuenta con mucho desparpajo mi amigo Paco, en figuras sorprendentes y muy expresivas, pero ahí es donde yo también creo que radica el meollo, y si no, díganme ustedes. El maestro acogía al aprendiz y le daba de comer. Así de simple. ¿Así de simple o así de grande? Un par de generaciones atrás el trato era muy escueto. Usted llevaba a su hijo, al que no tenía posibilidades de darle estudios, cosa que hoy es más asequible y a la que tiene más accesibilidad la clase trabajadora, aunque Rajoy se empeñe en lo contrario, al taller de carpintería, cerrajería, artesanado, etc., y el maestro le asignaba una paguita semanal con la que no le llegaba al niño ni para calcetines y le daba, eso sí, sustento diario.

            Un padre con la mentalidad “modelna”, de los citados anteriormente, actúa en consecuencia: “eso se lo mete usted en los huevos, a mi niño no le falta un plato de “comía” en casa”. También los había, claro, en aquel entonces. El padre se llevaba al niño, lo metía en casa y plantaba el germen de ese leviatán que con el tiempo se convertiría en el calvario de su vida. El otro, el que “tragaba”, se quedaba en el taller. Asimilaba el hábito de unos horarios, las normas internas, el orden, la limpieza, las pautas de convivencia y respeto para con sus compañeros, la experiencia práctica que en el futuro le llevarían a trabajar en una empresa, a seguir en la misma o a establecerse por su cuenta y crear otros puestos de trabajo y/o aprendizaje para eso, para profesionales cualificados, que eso es lo que les falta a las empresas, que son al fin y a la postre, las creadoras de empleo. Ni el Gobierno, ni la iglesia, ni los sindicatos, ni los partidos, ni la madre que los parió crean los empleos; lo hacen las empresas, medianas, pequeñas, grandes o como sean, que invierten, arriesgan su capital y sus bienes y que unas veces triunfan y otras se van a la mierda, y que cotizan por sus trabajadores y pagan sus impuestos. Y no hay nada más, ni hay que buscar los tres pies al gato. Lo que está pasando es que hay carencia de gente que se atreva a invertir, a exponer, e instituciones que las ayuden a fomentar los puestos de aprendizaje para poco a poco dar salida a los sin adiestramiento,  que eso es lo que sobra, millones de jóvenes que no trabajan porque carecen de oficio, y que buscan alternativa en puestos en los que no se requiere formación, y que, por lo tanto, están mal pagados y suelen ser de economía sumergida e ilegales.

Aprendices de antaño

            El primer día que el aprendiz entraba a trabajar, por lo general, le asignaban las tareas que no quería nadie en el taller; si era de carpintería, a lijar, claro ¿Hasta cuándo, maestro? …hasta que huela a ajos…


José LuisTirado Fernández

domingo, 5 de agosto de 2012

GITANITOS CANASTEROS


Soleá por bulerías:

Por mi puerta pasó

uno que vendía canastas

y a mi niña se llevó…



Dedicado a Ramírez, el buscavías

Lo que estoy yo recordando:
gitanos con angarillas
sobre borriquitos blancos
pregonando a la mañana
sus bucaritos de barro…
Triana, un sueño perdido
cuando entraban en el patio
las gitanas con retales
y deshacían el jato
pa que vieran las vecinas
la calidad de los paños…
 y al calor de la otra orilla,
del tren se estaban bajando,
el "Waterman" con sus plumas...
se la dejo a usted de saldo,
que aunque era de mi padre
por un apuro lo hago…
por General Polavieja
Carmeliya, gloria y garbo,
con su clavel en el pelo
y su chavorrillo en brazos
con sus décimos bregaba
por hacernos millonarios…
¡Ay!, qué lejanos mis sueños,
y cuanto tiempo ha pasado
sin que asomen por mi calle
luciendo sus pies descalzos
gitanos de verde luna:
los que vendían canastos.

Estampa de una familia gitana andaluza. Recogida del libro de José Carlos de Luna Gitanos de la Bética. Pág. 55.

José Luis Tirado Fernández

sábado, 4 de agosto de 2012

EL HOMBRE QUE PLANTABA CHOCHOS


Para Pepe y Débora, que también están ahí

         Nos acompañaba Pepe antes de irse, y Débora, su mujer, hermosa destinataria de todos los rayos uva que se perdían en la playa. Niña, y tú, ¿pa ´qué te pones al sol? Ella sonreía en el amplio arco que envidiaba el albayalde y se encogía de hombros, tibia. Entonces no teníamos prisa, ni la conocíamos; rodábamos reposadamente. Éramos herederos de una cosecha por recoger, paseantes de aquel tiempo en que todo estaba por llegar, hasta los sustos; pasábamos de puntillas por delante del reloj para no despertarle, y caminábamos por la sombra de los callejones desdeñando los fantasmas de un pasado que no llenaba nuestras alforjas. Hasta los pueblos sin habitantes nos llamaban. Castellar Viejo, una colina, un castillo árabe, hippies, casas deshabitadas, fisgoneo juvenil para llenar el alma de cosas que contar cuando llegara el momento, un pueblo que flotaba en el ambiente, sobre una nebulosa que aparentaba seguir la estela de un tren de vapor que había desaparecido detrás de los riscos. Un viejo coche, ningún miedo, ganas de vivir. Éramos nosotros mismos y no estábamos dispuestos a dejar que ni la vida ni nada nos arrebatara aquellos momentos, ni siquiera la velocidad. Era como volar a oscuras por un cielo donde no se podía tropezar porque no tenía ni orillas ni final, una constante primavera donde el frio lo ahuyentaba la sangre ardiente y el calor se iba cuando nos quitábamos el jersey. Podíamos dormir en el coche o en la yerba, o no dormir, aquellos corazones no tenían pereza ni las arterias estaban ocupadas por sedimentos de inquina y otras maldades adquiridas, como lo están ahora.

         Los vientos silbaban limpios, las hojas, serenas, caían haciendo piruetas en el aire, una, izquierda, dos, derecha, tres… y los campos lucían pardos, ocres, tabaco… pero el horizonte era azul, o así nos lo parecía. ¿Y quién nos lo podía robar? Nuestro era, y lo disfrutábamos, sin conciencia propia de lo que más tarde llegaría. La estrella, veleta luminosa de nuestro sino, lucia de noche abriéndonos la cañada, y con sus guiños acariciaba nuestro apacible sueño; la luna alumbraba cuando hacía falta y el dolor y otros miedos pertenecían a un universo lejano, que no nos importaba. Más cerca, las uvas que sobresalían – lustrosas esferas que asomaban curiosas a las cunetas-, los setos, las moreras con su alfombra oscura y pegajosa como diminutos campos de brea, pero que nos endulzaban las paradas y nos daban sed, una sed de esponjas, oronda y magnífica que apagar con los ilustres caldos que en aquellas fechas nos aguardaban en los cercanos pueblos. Y de eso Pepe sabía. Y le gustaban.

         Frené cuando me lo dijo. Di marcha atrás sin que ningún vehículo me lo impidiera -en aquellos años no estaban saturadas las carreteras-, hasta que llegamos a su altura. Bajamos, ella volvió a acaparar el sol  y Pepe, cámara en ristre, se acercó al hombre. Siempre le adiviné el propósito de capturar el tiempo en el que vivía; y cuando miro sus fotos intuyo que alguno supo atrapar y almacenar detrás del objetivo. El viejo llevaba gorra y un pañuelo atado a la barbilla que le cubría los lados de la cara y le recogía el sudor. Iba detrás de su mula, abriendo la tierra con la reja como si intentara arrancarle lejanas fuerzas que allí se habían sumergido y a las que otras lluvias y otros soles negaran su florecimiento. Y yo, urbanita impenitente, me mudé a otro espacio, a otros mundos que creía desaparecidos y que ahora se me mostraban en todo su esplendor; saboreé el momento. Mi amigo hizo alarde de su carácter entrante y se ganó al campesino. Acudió una mujer cargada con una vasija de barro, embarcada en no perderse detalle de la conversación.

         Ya ve usted, aquí, plantando chochos. Y el viento nos metía su voz en los sentidos y nos la posaba fresca, clara, hasta que Pepe, diligente, le devolvía la andanada. Su señora le alargaba el búcaro, y el hombre bebía y se limpiaba en la bocamanga. El quería seguir haciendo surcos, pero Pepe acabó arrebatándole toda la información del proceso de aquella leguminosa, desde que se rasgaba el saco para plantarla hasta que la comía la bestia en su pesebre, o la disfrutaba salada o cocida en sosa el niño en el cine de verano, donde la vendía “Carachupe” refrescándola sobre una barra de nieve. Y después de componer el tipo, siguió el hombre en su tarea: “pico que pico, que el que nace pa´ pobre no pué sé rico”. Deseé que encontrara en la luz de aquella mañana de la incipiente primavera, la bolsa con las monedas de oro del cuento de mi niñez, y nos dispusimos a marchar.

         Y hoy, una tarde, un segundo, un suspiro, un mensaje atado a la pata de una paloma que cruzó el atlántico, avivó viejas llamas y rondó la corteza del alma, para inquietar con un texto amable y sintácticamente delicioso, jóvenes y arrinconadas emociones que los tacos Myrga habían llegado a cubrir, con sus –ya- amarillas hojas. Pálpitos de un tiempo que  creímos perdido y que hoy parece empeñarse en volver.
Plantando chochos




José Luis Tirado Fernández