El flamenco es un arte y pertenece a los artistas. Lo demás, es un exudado de su propia condición.

viernes, 30 de diciembre de 2011

LA PAQUERA DE JEREZ




Maldito el destino que exige a los genios habitar entre los humanos.

EL ECO DEL CATAPUM, PUM

Resuenan las voces grises
por entre las azoteas,
y no aparece la tuya
para teñirlas de menta;
volverán los jerezanos
a levantar tu bandera,
pero el bronce de tu boca
ya no atruena la cruz vieja.
El catapum, pum, la noche,
mejillas de luz entera;
ya no te guardan el luto
las sabias enredaderas
y se aburren los jazmines
en sus sombrías colmenas.
El viento te echa de menos,
las paredes y las piedras;
tú, con tu velo de raso,
les dabas la primavera.
Sigue preguntando el tiempo
dónde quedó la frontera
que Jerez pintó en tus labios
para que de ellos saliera,
la voz exacta del cante,
el caudal de la belleza.
El barrio de San Miguel,
fijó el hueco de tu ausencia,
siguen los cayos reales
persiguiendo tu frecuencia
y tu Cristo reclamando
el salmo de tu saeta
para aliviar sus dolores,
para aligerar su pena.
Sigue preguntando el duende
por dónde quedó la fiesta
donde el arte se fundía
con tus perfiles de hembra,
y le pregunta a la luna,
y a los astros se rebela,
se retuerce en las raíces
y en los campos centellea,
se sube a los minaretes
y con ojos de tiniebla
te busca en la madrugada...
pero ya no estás, Paquera.

José Luis Tirado Fernández

lunes, 26 de diciembre de 2011

ODAS A LAS COPLAS La morena de mi copla




Rescoldos de la añoranza
en viva candela ardieron,
no perdió Julio Romero
su templanza,
ni esperanza
de atar a su clavijero
el bordón de tu salero,
negación de la venganza.

Ni le temió a la censura
ni puso cerco al  ornato,
ni le regaló al boato
vestidura;
tu hermosura
la cinceló en tu retrato,
y no cedió al arrebato,
más sintió por  ti locura.

Junto a la reja florida
diste al clavel español
los flecos del quitasol
 en tu huida,
confundida
por las nubes del alcohol.
Oro y plata en el crisol,
quedó tu carne esculpida.


Dedicado a Estrellita Castro, su caracolillo y su Virgen de la calle Feria.

José LuisTirado Fernández

domingo, 11 de diciembre de 2011

UN TIEMPO QUE NO VENCE

            Son, como un paisaje de fondo, tu pasado, los recuerdos de tu niñez, de tu juventud, de tu madurez. Son las reglas que el tiempo escribe sobre el lomo de nuestros propósitos; si hoy andamos a vueltas con el desengaño y la indolencia por las cosas que nunca pasan, hubo un tiempo en el que creímos a la manera en que creen los niños, porque nuestra inocencia nos inducía a ello. Creer, sobre las  cosas bellas, sobre los pensamientos puros, sobre las quimeras del porvenir. Son las cosas a las que hemos renunciado, y que cuando llegan, como fruto estacionario del frío, estas fechas, añoramos. Tenemos, pero no gozamos. Hemos crecido, pero a la vez hemos hecho entrega a ese crecimiento de nuestro espíritu, de nosotros mismos; hemos ahorrado en bienes y ahora los tenemos; hemos derrochado en ternura, nos la hemos gastado toda y ahora nos falta.
            Salimos un día, por escapar de nuestra rutina, de escaparates, y oímos la voz antigua de la ciudad; nos llama. Nos vemos vestidos de campanillero, arreándole al cántaro de nuestro pasado para que nos devuelva el sonido arcaico, la banda sonora de nuestra vida, que se quedó anclada en los adoquines de la plaza o se tragaron los sumideros de la avenida, o cogidos de la mano de nuestro padre visitando los belenes del centro, con la vela colgando en la nariz y los cachetes colorados. Nos vemos echando la perra gorda en la hucha de Santo Dominguito, o haciendo la señal de la cruz de la mano de nuestra madre, cuando entrábamos en los templos. Y una lágrima asoma. ¡Cuánto daríamos por estar allí cinco minutos!
            Salimos un día de la monotonía de nuestro bienestar doméstico o escapamos a las obligaciones laborales que a veces nos creamos para prosperar y buscamos entrar de nuevo en la magia de los humos de las castañas asás y del adorno de las luces, de las coplas que suenan a lo lejos, del pellejo de la pandereta, de la bulla de las calles, hasta que nos tropezamos con su cara, con sus manitas. Como una bofetada, el frío nos espabila y nos desaletarga. Después, como una brisa cálida, su gracia y el ángel de su gesto se apoderan de nuestra voluntad. Está allí, sigue estando allí y nos sigue llamando. A lo mejor es la misma de hace cuarenta años, o a lo mejor es de serie y no tiene los ojos de cristal. Pero está. Y cuando nos hayamos ido, estará, porque no nos pertenece a nosotros, sino a ese tiempo inmanente de canela y ajonjolí que todos hemos vivido al tiempo que creemos que se va, pero nunca acaba de irse, porque es parte de nuestros días. A ese tiempo que no vence.

viernes, 9 de diciembre de 2011

LA PLUMA NEGRA (II)



                Llega la segunda entrega de “La pluma negra”, seudónimo que  utiliza este muchacho de quien me precio de llamarme amigo, y que como ya os indiqué en su anterior aportación, pertenece a Faisem (Fundación Pública Andaluza para la Integración Social de Personas con Enfermedad Mental) y vive en uno de los pisos tutelados por esta entidad. Colabora con la unidad de rehabilitación salud mental (URSM Virgen Macarena) y en su blog podéis encontrar más cosas de la que escribe.




Este es su relato navideño.

El tito Pedro y los mantecados


            La tienda, que ostentaba en su toldo azul un nombre familiar “Casa Pedro”, ofrecía durante todo el año un aspecto de dinámica  armonía entre todos los productos de alimentación que la llenaban de colores y formas diversas. Parecía que cada elemento estaba en su sitio para darle una esencia especial al ambiente. Las cajas de leche entraban en una sincronía jugando con los batidos de sabores cada uno de un color, rosa, amarillo y chocolate. Las latas de atún, celestes y verdes hacia lo propio con las de conservas que traían paisajes de mares del norte o barcos realizando la almadraba. Las galletas bailaban al ritmo de las cajas de postres y dulces bajo el manto de la Virgen de la Consolación. Todo tenía un sentido en lo que en un principio podía parecer disparatado.


            Claro que cuando llegaba la navidad, las guirnaldas y las cintas lo que hacían era aumentar la belleza pictórica que tenía el local. Las galletas y los dulces tenían a sus pies unas cintas  de variados matices que adornaban de gala a mostachones, petit-suisse y cortadillos. Las latas de melva y las de conservas  tenían cintas de purpurina plateadas que las engalanaban. Del techo colgaba una campana de charol de diferentes colores de dorados y en el escaparate un nacimiento estaba rodeado por cantidades ingentes de mantecados a granel, de bombones crujientes, de bolsas de dátiles dulces y de decenas de productos que sólo se ven estos días por los comercios y que esperamos cada año para saborear. Un pequeño árbol de navidad  parpadeaba en lo alto del mostrador de la chacina y en el cristal de la vitrina del pan se podía leer un letrero escrito con polvos de copos de nieve  que decía “Felices Fiestas”.


            Estas fiestas los que más disfrutan son los niños y nosotros teníamos en casa dos pequeñajas, Laura y Susana


             Las niñas llegaban andando junto a la madre, a paso destartalado, calle abajo, muy pegadas a ella, una tirándole del pantalón. Las recuerdo a las dos como si fueran  muñecas. Una con su bicicleta y la otra con el carrito de juguete. Parecían hermanas gemelas porque las dos iban vestidas iguales, de carnes rollizas y con el mismo corte de pelo. Ya tenían cuatro y cinco años.


            Al llegar a la tienda se estorbaban una a otra al intentar entrar detrás del mostrador. Allí nos daban un beso a mí y a mi padre, el tito Pedro se le notaba la pasión que despertaban las dos criaturas en él. Le gustaba verlas disfrutar y en aquellas fechas como más disfrutaban era comiendo mantecados. Eran dos glotonas. La madre decía que no les diera  que se iban a poner malas de tanto comer, que ya habían merendado, que no se explicaba como tenían hambre. Mi padre no le hacía caso y  les daba un mantecado casero o un alfajor que era lo que más le gustaba. Ellas lo agradecían con una sonrisa. Después le preparaba una bolsa con dos o tres más. Se sentaban en el poyete  del escaparate a comerse los mantecados. Todos nos salíamos fuera para verlas como se los comían. Era un espectáculo. Las niñas disfrutaban comiéndoselos  y nosotros disfrutábamos viéndolas como se los comían.


            Tengo muchos recuerdos de la navidad que son imborrables; mi padre haciendo Agua de Sevilla,  el último beso que le di a mi madre en fin de año, la cena de los mejillones, y algunos recuerdos más, pero sin duda el más tierno y el que recuerdo con más cariño y ternura es vernos a todos mirando  a mis dos primitas sentadas en el poyete  y a mi padre con una gran sonrisa dándoles un mantecado que ellas cogían con placer.


Para Laura y Susana                                                               


La pluma negra 07/10/11

domingo, 4 de diciembre de 2011

SOLEARES ALFARERAS



Triana es un lienzo en blanco
 y el Altozano acuarela,
y para mojarla el agua
del pilón de la plazuela.

Tengo tus pasos contaos;
por donde quiera que andas
me llevas siempre a tu lao.

A la Virgen de la O
ayer le pedí su gracia;
cuando suba la marea
que no se lleve mi barca.

Escuché desde la orilla
las campanas de mi  torre
sonando por siguiriya.

Mariquilla, panaera,
echa el pan en las canastas
que siempre los tiras fuera…




José Luis Tirado Fernández

SE PROHÍBE LA POESÍA

Violeta Parra

Se prohíbe la poesía,
y pusieron candados
sobre las palabras bellas,
y ya nunca recibieron
los indigentes de amor,
bondadosa y sutil,
 la voz de quienes
defendieron sus zozobras.

Se prohíbe la poesía,
y se fueron los barcos
a buscar otras orillas,
allí donde la mar lame
el ancla enmohecida,
el nombre escrito en la arena,
y las olas que el faro
alumbra cada noche.

Edward Hopper La colina del faro


Se prohíbe la poesía,
y confinaron nuestros versos
y nuestros pensamientos,
y pisaron nuestra rosa
con sus botas de soldado,
hicieron con nuestros libros
briquetas para chimenea,
y ocuparon el atril.

Usurparon nuestros mitos,
nos llamaron inmaduros,
noveleros que proclaman
a la luna por patrona,
entraron en nuestro patio,
cegaron nuestro pozo
y pusieron en alquiler
nuestro abrigo y nuestra cama.

Se prohíbe la poesía,
y silenciaron la rima,
contentaron con leyes
las quejas de los sensatos,
entraron en el tabernáculo,
soplaron la vela
y dejaron a oscuras la vida.
Y el mundo.

Se prohíbe la poesía,
 y entregaron a sus rectores
el hierro para tatuar
en la piel de los rebeldes
el frío del odio y el negro de la tristeza,
y les hicieron olvidar la ternura,
el encanto y las formas
que cantaban los poetas.


jueves, 1 de diciembre de 2011

ODAS A LAS COPLAS Francisco Alegre

Para Fernando Naranjo



Oda a la copla

Francisco Alegre

Buscando por los carteles
su nombre en la tinta oscura
no remedia tu amargura
el blanco de los papeles,
¡tu querer, la gloria pura!
Soñando alegre a Francisco
que te pretende en la risa
y un toro que nunca avisa
su rojo capote ha visto
y negando su divisa
busca la cruz de su pecho;
¡Qué estrella tienes, mujer!
el mal de tu padecer
se arrodilla por derecho
a tu virtud de creer.


Torito bravo de muerte:
la almagra del burladero
lleva en su mente el torero
por recrearse en su suerte
cuando te dice te quiero,
y desde el tendido miras
las luces de su vestío
porque en ellas corre un río
de verdades y mentiras,
razón de tu desvarío.
Por otro querer no puede
acompañarte al altar,
es fácil de adivinar
que al cariño no le cede
lo que nunca va a entregar,
más no me llores, mujer,
aunque en delirio le adores
volverán a llover flores
en la plaza del ayer
y al ciclón de tus dolores
el empeño que te mueve,
¡qué hermosa canción sin duelo
cantaste bajo tu velo
presa del tendido nueve
cuando voló tu pañuelo!

Entre bordados resiste
firme en cada puntaíta
con anhelos de mocita,
la voluntad que pusiste
y el miedo de tu carita.
Si el toro sangre promete
 y acomete su templanza,
tira al río tu alianza
y que la muerte respete
la oración de tu esperanza.